La matemática en el arte (Literatura)

Entre todas las ramas del saber, posiblemente sea la matemática la que posea
más el carácter de disciplina y exigencia, debido a ser la más lógica, esquemática,
formal y sistemática: lo que le confiere un aspecto de fortaleza cerrada y severa
(Servais, 1980).
En ese estado de cosas lógicamente su lenguaje suele mostrarse con unas características específicas de claridad, precisión y concisión; si bien, rebuscando, podrían hallarse excepciones, como el modo utilizado
por el matemático Rey y Heredia para definir el número e: «es la potencia infinita
obtenida por la evolución infinita de la unidad estéril, fecundada por la adición de
un elemento infinitesimal», que continúa aún de manera másenrevesada y barroca
(Etayo, 1990).
Este último caso, bastante inusual por cierto y que ha sido mencionado únicamente
con intención humorística, no debería sin embargo hacernos olvidar cuál es
la forma habitual del lenguaje matemático y más generalmente del lenguaje científico,
en el que «la Única elegancia permitida es la claridad», como afirma Marañón, aunque
este modo de expresión también es compartido de alguna manera por otros escritores
no científicos, corno por ejemplo Baraja: «Para mí, el ideal en el estilo no era el
casticismo, ni el adorno, ni la elocuencia; lo era en cambio, la claridad, la rapidez.
Lo que se necesita es exactitud y claridad; después, si se puede, elegancia, pero lo
primero es exactitud».
Por otro lado, hay quienes consideran que esa forma tan escueta de expresarse
y ese exclusivo culto a la claridad contribuyen a aislar aún más a las matemáticas
del común de los ciudadanos: «Las matemáticas están en el último lugar de la
comunicación con el público en general» U. Bernstein); y permiten asimismo extraer
algunas conclusiones no muy favorables sobre los libros de matemáticas y sus autores
(Kline, 1976): «La escritura de los matemáticos profesionales tiene un estilo propio.
Es sucinta, monótona, simbólica y dispersa. La preocupación principal es la corrección,
Pero los buenos textos deben tener un estilo vivo, atraer el interés, decir a los
estudiantes dónde van y por qué. El escribir es un arte y los matemáticos no lo
cultivan».
Parece deducirse de esta última cita que los matemáticos no fueran buenos
escritores; opinión sobre la que realmente no tenernos un juicio formado, pero que
probablemente sea válida para algunos· o quizá muchos de ellos. Lo que en cambio
sí parece probado, aunque seguramente sea poco conocido como casi todo lo
concerniente a las matemáticas, es que han existido, y existenun buen puñado
de matemáticos que han cultivado el arte de escribir, incluso para hablar de matemáticas.
Así comenta por ejemplo Menéndez Pelayo del libro de matemáticas de Pérez
Moya Arithmétice práctica y speculutivs (1562): «puede pasar todavía corno texto
de lengua, y dar a nuestros tratadistas más de una lección de aquella lúcida amenidad
que hasta en las matemáticas cabe» (Etayo, 1990).
Pero no hace falta irse a tiempos tan lejanos para encontrar rasgos de esos buenos
escritores, pues ha habido otros muchos más cercanos, corno el matemático H.
Poincaré (1854.1912), considerado en su época uno de los mejores prosistas franceses;
o el más famoso de Charles L. Dogson, matemático del siglo XIX universalmente
renombrado corno autor de /vlici« en el país de las merevilles escrito bajo el seudónimo de Lewis Carrol; o el aún más próximo de nuestro Premio Nobel de Literatura, José
de Echegaray, a la sazón presidente de la Sociedad Matemática Española.
Probablemente sea menos conocido en cambio el hecho del ingreso en la Real
Academia de la Lengua del insigne matemático Julio Rey Pastor (1888-1962),
con el discurso titulado Álgebra del lenguaje. En la contestación al mismo, Pernán
dice entre otras cosas: «No nos asustemos, pues, de esta imprevista amistad del
álgebra y la poesía»; relación que también ha sido señalada de algún modo por
Ortega, quien considera a la poesía «el álgebra superior de las metáforas» (Etayo,
1985).
De esa relación entre el álgebra y la poesía hay numerosas pruebas a lo largo
de la historia de la matemática; quizás el ejemplo más representativo sea la matemática
hindú de los siglos V a XII, denominada precisamente «la época de la poesía», pues
sus obras se escribieron en verso y revestidas de un lenguaje poético. Como muestra
de esto último citemos el libro Lilavati, escrito por Baskhara (s. XII), en el que pueden
leerse problemas de este tenor: «La raíz cuadrada de la mitad de un enjambre de
abejas se esconde en la espesura del jardín; una abeja hembra con su macho quedan
encerrados en una flor de loto, que los sedujo con su dulce perfume; y los 8/9
del enjambre quedaron atrás. Dime el, número de abejas».
Dejando ahora de lado las aportaciones de distintos matemáticos a la poesía,
parece oportuno plantearse la pregunta recíproca, es decir, si han existido asimismo
figuras de la literatura que hayan utilizado en sus obras conceptos o ideas esencialmente
matemáticos. La respuesta es afirmativa y presentamos a continuación algunos
ejemplos de ello.
En un artículo ya citado (Etayo, 1985) se mencionan varios poemas sobre temas
matemáticos, de los que vamos a referirnos a tres. El primero es un verso que
Tartaglia entregó a Cardano (s, XVI), y que no reproducitnos (está en italiano), en
el que se da cuenta del procedimiento de resolución de la ecuación cúbica, desconocido
hasta entonces. El segundo corresponde a La vida es sueño de Calderón (s.
XVII), al que pertenece el siguiente duetti no de alabanzas al rey Basilio:

ESTRELLA: «Sabio Tales,
ASTOLFO: docto Euclides,
ESTRELLA: que entre signos,
ASTOLFO: que entre estrellas,
ESTRELLA: hoy gobiernas,
ASTOLFO: hoy resides,
ESTRELLA: y sus caminos,
ASTOLFO: sus huellas
ESTRELLA: describes,
ASTOLFO: tasas y mides»

El tercero, en fin, es de j.M. Bartrina (s, XIX), de quien en su De omni re scibili
se encuentra el siguiente verso cargado de ironía:

«¡y aún dirán de la ciencia que es prosaica!
¡Hay nada, vive Dios,
bello como la fórmula algebraica
e = !»

Y es posible asimismo encontrar argumentos matemáticos en diferentes escritores
de este siglo, corno Jorge Luis Borges o la polaca Wislawa SZYlnborska, Premio Nobel
de Literatura y autora de un poema sobre el número p. O el soneto titulado A la
divina proporción de Rafael Alberti:

«A ti, maravillosa disciplina,
media, extrema razón de la hermosura,
que claramente acata la clausura
viva en la malla de tu ley divina.
A ti, cárcel feliz de la retina,
áurea sección, celeste cuadratura,
misteriosa fontana de mesura
que el Universo armónico origina.
A ti, mar de los sueños angulares,
flor de las cinco forrnas regulares,
dodecaedro azul, arco sonoro.
Luces por alas un compás ardiente.
Tu canto es una esfera transparente.
A ti, divina proporción de oro».

Terminamos con el siguiente verso del colombiano R. Nieto aparecido el 20/
09/89 en Diario 16, que permi te memorizar 32 cifras de Pi
(3'1415926535897932384626433832795 11. ) sin más que contar el número de letras
de cada palabra:
«Soy lema y razón ingeniosa
de nombre sabio que serie preciosa
valorando enunció magistral,
Por su ley singular bien medido
el grande orbe por fin reducido
fue al sistema ordinario usual».

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